El mundo es un escenario donde todo se mueve y nada permanece. Cada uno de los que lo habitamos atravesamos la vida como un reflejo de instantes fugaces, cambiantes y llenos de historias. Capturar lo que puede pasar desapercibido es un acto sagrado de contemplación, una manera de recordarme que estamos aquí de paso, pero que incluso en ese fragmento de tiempo dejamos huellas imborrables en la memoria. Somos transeúntes que, en la fugacidad, también transformamos el mundo.